Wednesday, January 17, 2007

Walking Around?

No soy el primero que dice
que a veces me canso de ser hombre,
y de prestarle al mundo mi cargada espalda.
Me canso de mirar siempre por la gris ventana
que me presenta siempre un día oscuro y extraño,
otro día oscuro.
Me canso de frecuentar siempre los mismos bares
y las mismas facultades,
donde rostros con espejos me devuelven las ojeras
de hinchados labios y ralas barbas de tres días.
A veces me canso de mi sombra
que comparto cada día con cuatro millones de cadáveres
en el mismo cementerio.
Sería maravilloso un día de verdes ventanas
poder acuchillar los usados trajes y las apretadas corbatas.
Chillarle al silencio
y arrancar una a una todas las hojas de los libros
de todas las bibliotecas,
para hacer de todas las palabras que me atan
avioncitos de papel.
Pero no es tan fácil odiar a todos los espejos
en los que te ves reflejado a través de tus cuencas.
No es tan fácil llegar a casa
sin pasar por los tristes acantilados
paralelos y perpendiculares, a los que se asoman mil almas,
con nombres de muertos
que dicen que hicieron algo
y que ya sólo tienen en común que están en diferentes lugares
pero a la misma distancia bajo el suelo
Es curioso ver como las cosas que mejor recordamos
son aquellas que condenamos al olvido.

A veces me canso de ser hombre.
A veces me canso de tanto canto de protesta,
de tanto grito vacío
que araña la garganta de los violentos
que defienden una idea que no entienden
y golpean por un ideal que no representan.
A veces me canso de tanta explosión,
de tanta salpicadura de oxidada sangre,
de muertos que solo querían seguir viviendo.
A veces me canso de oír a estatuas
que hablan a voces entre ellas
con los cruzados dedos ateridos
de la frialdad de palabras tan huecas que dan miedo.
Sería maravilloso algún día poder pasear
sin mirar debajo de cada coche
buscando mi perdida inocencia, mi cabeza
sucia y descuidada,
y matar a muertos con un golpe miradas sinceras,
sin recoger los pedazos de corazones que nunca estuvieron allí
entre los escombros
construidos por el odio y la pasión,
cuando todo el mundo no es persona por dentro.
Pero no es tan fácil cerrar una boca
llena de colmillos
que aúllan al norte y al sur
a oriente y a occidente.
No es tan fácil hacer callar a autómatas sin boca
y a diablos repeinados como claveles con zapatos rojos
ni a pechos inocentes cubiertos de pétalos carmesí.

Huele a azufre y a miedo.

Es curioso leer en los periódicos
Las veces que puedo morir en un día.

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