Saturday, May 12, 2007

05 - El ilusionista

La dura realidad es la siguiente: todo lo que creía se desvanece en la nada, como si no existiera; situación parecida a cuando un loco intenta hacer un castillo de naipes en un día de viento; ilusiones sin parte física, ilusiones que lo único que hacen es que tu corazón no pare de dar saltos, ilusiones que pese a darte una esperanza para seguir viviendo son tan débiles, simples y efímeras como un suspiro.

En el fondo ¿qué es lo que son las ilusiones?, simples cartas que se apilan, para que la mas débil de las ráfagas del viento las pueda arrastrar sin remedio. Al haber dado esta afirmación, todo el mundo pensará -de qué nos estará hablando este pirado-; pero la realidad es que no soy un pirado simplemente soy una persona como todas las demás, otra persona tan normal como esa chica que te encuentras todos los días en el metro de camino al curro, esa chica que conoces de todos y cada uno de los días, esa chica que has visto de mil maneras distintas, ya sea con abrigo en el mas crudo invierno, o con pantalón corto en pleno verano; esa chica de la que muchas veces habrás pensado –¿qué pasara si me acerco y la saludo? –; esa chica que sabes que también te conoce de todos los días, igual que tu la conoces a ella; esa chica que en algún momento te hizo pensar en cosas, tales, que al segundo de hacerlo deseaste no haberlo pensado, mientras, una sonrisa sincera aparece en tu rostro; esa chica que cada vez que la encuentras en el metro justo antes de que se abran las puertas, si da la casualidad de que os miráis, te sonríe; esa chica, de la que nada mas conoces la parte de su vida que pasa de tal estación a tal otra; con esta chica tus pensamientos vuelan, cambian de sitio al momento de verla, y te metes en un mundo, interior, compartido, es tu mundo propio, algún lugar perdido en tu mente en el que todo es especial para ti, lugar en el que nadie puede entrar, un lugar hecho de ilusiones... pero estas no son mas que lo que hay en tu cabeza; y por tanto de un simple plumazo pueden ser borradas de su efímera existencia con gran facilidad.

Esto es lo que pensaba Kage cuando se sentó en la butaca del metro y miro a la chica que todos los días se sentaba enfrente, ya que era una chica que, aunque algunas veces se había sentado a su lado, no le había dirigido la palabra, pese a que cuando esto había pasado ella no le había quitado el ojo de encima. Hoy era uno de esos días, había sitio a su lado, ella había hecho el amago de sentarse en la butaca libre de enfrente, pero por alguna razón ella sin que el se lo pidiese, y aunque es lo que deseaba, se había girado miro el asiento vacío a su derecha y se había sentado. Kage estaba en su asiento, sin querer pensar mas que otros días, haciendo como si no pasara nada, pero en realidad no perdía detalle de todo lo que ella hacia en la butaca que ocupaba a su derecha, cada movimiento que ella hacia le ponía los pelos de punta, se colocaba las gafas, o sacudía el extremo de su falda, la cual colgaba sobre sus piernas cruzadas.

Kage no quiso esperar, su mente empezó a volar. Todo le daba vueltas imaginaba un mundo libre en el cual su persona no fuera controlada constantemente, en el y su compañera anónima pudieran vivir en libertad sin necesidad de tener que esconder sus sentimientos. Un lugar en el que pudiera preguntarle sin temor a una cara que le diese a entender que no entendía porque le hablaba, cosa probable en el caso de que lo intentara. Un mundo en el que ese Tarish pudiera vivir si le diera la gana, pensando lo que quisiera sin tener que llegar al punto de defenderse de esa manera, usando ese supuesto poder diabólico que decían que tenia en los medios.

Estaba pensando todas estas cosas cuando la realidad y todas las ilusiones se cayeron, mas que eso, no es que se cayeran, se las llevó el viento.

-¿Cómo te llamas? – ese sonido resonó por todo el vagón en el que solo había cinco o seis personas incluyéndoles a ellos – esque como siempre me miras y pones la misma cara que la de hace un momento, he pensado que me gustaría saber tu nombre.

En ese momento Kage pensó que el mundo era un mundo que se parecía al de su imaginación, no el de su imaginación, sino uno que empezaba a parecerse.

-Kage, me llamo Kage - dijo girando la cabeza hacia su audaz acompañante.

-A quien las sombras envuelven, un nombre así debía tener- susurró la chica mientras dirigía sus ojos al suelo y le surgía una sonrisa de malicia en la cara.

Kage notó un escalofrió que le recorría la espalda, una descarga eléctrica que le dejó helado, sus pelos de punta y un roce en su mano, que fue el que debería haber provocado el escalofrío.

El escalofrío le recorrió el cuerpo segundos antes de que la chica apoyara su mano sobre la suya, cosa que le hizo plantearse todo lo ocurrido.

-Destino- pensó- no, no creo, esto es algo que ha ocurrido por simple azar.

-Y tu ¿quién eres?- pregunto Kage dirigiéndole la mirada a los ojos por primera vez - ¿Y cómo has hecho eso?

-Yo no he hecho nada. Eso es algo que haces tu inconscientemente, por eso en parte sigues aquí. No te has dado cuenta , pero cada vez que vas a un control de pensamientos o pasas cerca de agentes con atarners dejas de pensar en las cosas de siempre y piensas en cosas favorables al sistema – dijo con sinceridad poniendo sus verdes ojo sobre los de Kage – intuyes inconscientemente donde van a estar, y de esta manera al dejar de pensar en tus verdaderos pensamientos, lo único que captan de ti es que eres otro inepto mas engañado. No eres consciente de ello, pero eso es lo que haces – le confesó con premura – y, por cierto mi nombre es Jane.

-Me estas diciendo que tengo poderes - contesto Kage medio incrédulo, lacónico o incluso hasta hiriente, pese a estar con cierto recelo por lo ocurrido – me estas diciendo que controlo mentes o algo así.

-No me has entendido – contesto jane poniendo los ojos en blanco – No es un poder, sino una habilidad.

-¿Habilidad?, algo así como una forma de ser – dijo Kage poniéndose, esta vez sí, serio al ver que Jane iba en serio - ¿Parecido a un escudo contra las intrusiones mentales de los atarners?

-No, no es eso, usas esa habilidad de una forma...

Jane no terminó la frase o al menos, si lo hizo, Kage, no la oyó, simplemente por el hecho de que en ese instante un montón de imágenes, escenas, sonidos, conversaciones, atravesaron su mente, haciéndole ver algo ocurrido que no tenía nada que ver con lo que estaba pasando en ese vagón de metro.

Kage vio algo que no tenia sentido, se vio como en el cuerpo de otra persona, era un chico, de pelo rubio, largo, que estaba muy cansado y que hablaba con otro hombre que por imposible que pareciera se encontraba suspendido en el aire.

Ellos hablaban de un poder que tenía él, el chico rubio, y que debería poner a las ordenes de una organización para acabar con el poder de Amaesh. El chico aceptaba pero justo en ese momento unos edificios en la lejanía reventaban con el típico modus operandi que usaban los agentes de la autoridad cuando iban a inmovilizar a un sospechoso de traición.

Al ver esto Kage sintió como propio el odio, la rabia, y la tristeza de ese chico, hasta tal punto que vio como le consumían y nublaban su mente. Esto provoco algo que asustó a Kage, una gran cantidad de energía fue despedida, y se manifestó como lenguas de fuego brillante a su alrededor, mientras que un penetrante dolor en la cabeza le hizo despertarse en el suelo del vagón, sudoroso, lívido y sin fuerzas.

Lo primero que vio después de todo fue la cara de Jane, que le decía que qué había visto, como si supiera que él hubiera visto algo.

Le explicó lo que había visto en su sueño y cuando lo terminó de explicar, Jane, lívida, le cogió del brazo y le levantó del asiento del metro y salieron en la próxima estación.

Cuando salieron vieron que había mucha gente aterrorizada intentando entrar en el vagón, y , sin entenderlo aún, siguió a Jane a la superficie.

Cuando salieron, después de esquivar a cientos de personas que entraban llenas de pánico en el metro, a lo lejos vio algo que venía directos hacia ellos y que le paralizo el cuerpo del pánico.

Era un chico rubio, de pelo largo que envuelto entre llamas de color violáceo saltaba de una pared de edificio a otra, dejando cráteres allí donde se impulsaba.

Sin duda se debía de tratar de ese chico que había visto en su ilusión, pero en ese momento ató cabos y se dio cuenta que era ese Tarish del que hablaban en los medios de divulgación de noticias.

Lo peor de todo fue cuando en vez de ir al siguiente edificio, fue a parar al suelo a unos escaso dos metros de él, con lo que sintió el calor que despedían esas llamas ardientes que le rodeaban el cuerpo.

Una mirada. Conectada. Ambas personas unidas por un mismo destino al destruir el sistema.

Eso es lo que vio Kage al mirar al chico ardiente a la cara, y una sonrisa demacrada es lo que obtuvo como recompensa, sonrisa que le dio a entender que ese chico había compartido esa ilusión, esa fantasía que le había inundado momentos antes de que saltara provocando un cráter en el suelo que le desestabilizara y le hiciera caer al suelo.

En ese momento lo supo, Kage lo comprendió, el tenía la habilidad de ver que penas, esperanzas, sentidos deseos padecía la gente de su alrededor guardados en sus cabezas, y por tanto, se dio cuenta de que todo por lo que había pasado esa mañana le llevaba a un solo destino, convertirse en ilusionista.

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