Saturday, May 12, 2007

06 - Una advertencia para Amaesh

Un sentimiento que no se explicar. Algo que por mas vueltas que le doy no consigo sacar en claro. todo mi mundo a mi alrededor parece ir correctamente, no hay problemas, hace tiempo que ya no se producen linchamientos en las plazas de la ciudad, la gente ha conseguido aceptar el nuevo orden de las cosas; pero hay algo de lo que me he dado cuenta en la ultima milésima de segundo que me hace pensar que nada de todo lo que ocurre es lo que debería estar ocurriendo, y por ello estoy mas asustado, porque yo nací después de que se instaurara el nuevo orden, de hecho, soy uno de los que en su momento llamaron los nuevos niños del nuevo orden, ya que fuimos aquellos que se educaron con los principios del mismo en primer lugar.
La verdad es que en estos momentos no se como explicar lo que pasa por mi cabeza, ya que yo personalmente apoyaba todo aquello que me habían dado a entender desde pequeño. La gente no lo comprende, sobre todo toda esa gente que, evidentemente sin salirse de lo establecido en nuestro régimen, piden mejoras, más aun de las que ya nos han dado, pero evidentemente sobre cosas que no se deberían pedir, mas que nada por el bienestar público, ya que lo único que acarrearían seria diferencias sociales que es evidente que no estamos deseosos de volver a padecer la gran mayoría.
Este tipo de pensamiento es el que me podía haber ocupado la mente hace poco mas de dos segundos, pero es evidente que sería algo imposible que los tuviera o simplemente pasaran por mi cabeza después de todo lo que me pasó por la mente en esa pequeña fracción de tiempo.
Recuerdo perfectamente y no sin recelo todo lo ocurrido en esta mañana que tanto cambio mi manera de ver las cosas. Fue como otro día cualquiera en la rutina que todos nosotros seguimos. Me levanté y lo primero que hice fue lo que hacia todos los días, es decir pasar por el baño sin olvidar la templada e incluso abrasadora ducha que todas las mañanas disfruto nada mas salir de entre las sábanas.
Cuando estaba en la ducha no pude evitar sentirme extrañado, no por nada en especial, sino por lo que todos los humanos llamamos un presentimiento, corazonada si quieres decirlo, pero el caso es que no lo tuve en cuenta y seguí sin hacer caso de todo aquello que en un segundo me había inquietado de tal manera. La realidad fue que cuando sentí el agua al caer cuando encendí la ducha al principio salía fría, cosa que hizo que me estremeciera, pero luego inmediatamente después lo que ocurrió fue que salió caliente, quizás demasiado, y el cambio del calor al frío me provocó una sensación de desorientación que nunca antes había sentido, ya que por costumbre tenía el hecho de meterme bajo el agua una vez ya encendida la ducha y el agua cayendo al fondo de la bañera.
Debería haber entendido eso como otra señal, como otro presentimiento, no se, pero desde luego ya era la segunda sensación aquel día que lo que hacía era volver a sacarme de mi rutina tan bien marcada por mi obediencia, aunque conocía gente que me llamaban maniático por el simple hecho de crearme también una rutina para estar en mi casa parecida a la establecida de puertas afuera que me había ayudado a no tener nunca problemas con las autoridades, más que nada por que me ayudaba a mantener un sencillo y fácil entrenamiento mental para aguantar la presión debida en gran parte al desgaste que provocaban los atarners en la conciencia de la gente al ser tantas veces escaneadas sus mentes al día.
Como siempre mi cabeza no dejaba de dar vueltas a las cosas de mas actualidad que se podían encontrar en los medios de divulgación de noticias mientras me daba esa ducha, cosa que me ayudaba a despejarme completamente, y que por tanto lo hacia, aunque fuera de manera inconsciente, para obligarme a usar la cabeza porque en esos momentos el despertarme completamente era una de mis prioridades absolutas debido a que necesitaba que mi mente estuviera lo suficientemente consciente para poder enfrentarme a lo que fuera que intentara sacarme de mi rutina aquel día que por otro lado ya me empezaba a dar mala espina.
De repente me dio por mirar la hora y vi que ya era el momento de salir de la ducha especialmente caliente que me acababa de dar. Retire las cortinas que rodeaban la bañera y vi que todo se había llenado de tal cantidad de vaho que no se podía distinguir nada a diez centímetros de mi cara, como si se tratara de una niebla de las mas espesas.
En realidad eso fue lo que menos me llamó la atención, ya que era bastante común, pero lo que si me llamó la atención fue esa sombra que vi que estaba a enfrente de mi flotando en medio del baño y que parecía que llevaba ahí un buen rato.
La figura evidentemente era de un hombre, pero lo mas curioso no es lo que pareciera sino que como lo que vi fue de reojo, es decir que de frente no lo vi, decidí que debía observar el lugar con mas calma y entonces fui consciente de que la luz me había jugado una muy mala pasada, ya que ahí no había nada, ni sombra ni hombre intentando matarme, nada.
Ante esta vuelta a la desorientación que poco a poco llevaba llenándome la mañana, decidí que lo mejor que podía hacer era seguir con lo que hacia todas las mañanas, así que sin pensarlo dos veces fui a mi cuarto y abrí mi deslumbrante armario, mueble que había puesto años atrás y del cual estaba realmente orgulloso. En él se podían encontrar lo que muy poca gente tenia el derecho a poseer, y eso me hacia hincharme aun mas de orgullo. Al fin y al cabo ser un oficial dentro los cuerpos de elite de los agentes de la autoridad era todo un honor, y por ello el propio Amaesh daba beneficios tales como una medallita que estaba ojeando justo en el mismo momento que pensaba todo pen anterior.
Esa medalla era un adorno que solo el propio Amaesh y sus cuatro generales tenían el derecho a ostentar, con motivos de distinción evidentemente, y por ello yo sabia que era un honor tenerlas dado que había que contar con la peculiaridad de que me había ganado la confianza de mi señor hasta el punto de llegar a conseguir el titulo que me nombraba como uno de esos cuatro generales.
Mientras me ponía el traje y colgaba de las solapas de la chaqueta las distintas medallas que había ido ganando en los años que habían pasado desde que fui un simple soldado hasta que llegué a ser general, no paraba de pensar en aquello que le dijo Amaesh, que su confianza estaba puesta en mi dado que con esta medalla escaparía a los barridos de los atarners y me proveía de un escudo impenetrable. Aun así no me gustaba estar siempre con ella, para así poder darle a entender a mi señor que no necesitó librarme de los escaneos dado que yo no tengo nada que ocultarle.
Coloco la medalla en su sitio, dado que hoy sí que iba a ponérmela, y me puse la chaqueta. Como todos los días fui a desayunar al mismo sitio de siempre, en la cocina.
Por pura costumbre al entrar lo primero que hice fue encender la televisión que tenía en dicha habitación y mientras se cargaba la imagen fue hacia el tubo de alimentos a ver que había de desayunar. Lo primero que le llamo la atención fue el simple hecho de que no estaban emitiendo el típico programa de por las mañanas que se suele ver por ver algo, sino que estaban poniendo noticias y hablaban de un incidente muy grave que se había cometido contra el sistema.
El presentador de las noticias hablaba de cómo un chico de no mas de diecinueve años usando un poder diabólico que no tenia explicación se había enfrentado a cuatro destacamentos de agentes de la autoridad de la brigada anti-renegados acabando con demasiada facilidad con ellos y sin contar el hecho de que acabó con uno de los miembros de una patrulla urbana que fueron quienes descubrieron al traidor y sucumbieron, al menos uno de ellos, a su poder diabólico al intentar aplicar estando en su derecho el decreto número veintisiete del código de Amaesh.
La verdad es que en ese momento me sentí un poco mal por el hecho de todas las familias que había destrozado ese monstruo con cuerpo de chico, pero según me estaba volviendo a introducir en los entresijos de mis pensamientos oí que el presentador empezaba a dar un avance de última hora de la situación que se sabía de ese joven llamado Tarish.
Lo único destacable que había hecho el chico y que le daba un poco de alma humana, según creí, era volver a buscar a su madre dado que sabía el final que iba a tener por haber engendrado a un hijo como él. Sí, puede que consiguiera salvarla, pero lo único que había hecho había sido dar una pista de donde iba a ir con seguridad, aunque lo mas probable es que ya estuviera muerta, o si no le faltaban pocas horas, por desgracia igualmente que todos los habitantes de su edificio que estaban relacionados con él, es lo que tiene las bombas de materia negra.
Estaba pensando esto cuando oí por simple casualidad el avance, en el cual decía que el chico loco de ira y rabia había matado a otros dos destacamentos mas de agentes, que al parecer estaban dentro del edificio inspeccionándolo. Pero eso no era lo peor, lo peor eran las imágenes que se podían observar en ese momento y que tenían grabadas de pocos minutos antes, en las cuales se veía como de repente media fachada del edificio donde tenían rodeado al chico reventaba literalmente y poco después del hueco central, lugar que parecía el epicentro del golpe, salía despedido una llama de fuego de color entre azul celeste y violeta claro que rebotaba contra los edificios haciendo cráteres ahí donde se impulsaba. Aun así se pudo observar también como otra figura salía detrás de la primera flotando en el aire y se dirigía siguiendo la dirección que había tomado la primera, aunque lo que hizo que mi trozo de tostada, que me había ido preparando mientras veía las escalofriantes imágenes, se me cayera en el café salpicándolo todo sin que yo pudiera reaccionar debido a mi estupefacción; fue el sencillo hecho de que poco después de que la segunda figura saliera del edificio por el boquete existente en su fachada, este reventara como si hubieran puesto una bomba y que literalmente se cayera a trozos. De hecho en lo que pude pensar en ese momento era que habían puesto la bomba y que les había pillado de improviso, con lo que se pudo observar en las imágenes que la segunda persona que salió después de la llamarada violácea es casi pillada por la explosión, de hecho se le veía esquivando metralla de la explosión mientras salía volando de la escena del crimen.
Ante esto que hacia veinte escasos minutos que había pasado, y que probablemente fuera ese ruido que se confundió con el del despertador y que por tanto debido a la lejanía a la que ese encontraba del edificio siniestrado no le había dado importancia; sabia que en poco tiempo le estarían llamando para que fuera a su puesto a ocuparse de la seguridad de los ciudadanos, y pensaba esto sobre todo por el hecho de que ese chico llevaba la destrucción con él a su paso.
Pensando en esto me fui rápidamente para coger las llaves del coche e irme, cuando me di cuenta de que esa mañana no había saludado a su pobre mascota que estaría en el salón esperando que le diera la comida.
Fui otra vez a la cocina y saqué de uno de los cajones inferiores cercanos al fregadero un saco de comida para perros, cogí uno de los cuencos que tenía en la terraza de la cocina lo llené y me encaminé hacia el salón.
Cuando llegué al salón ya estaba esperando lo que me hacía siempre mi querido Jaspe cada vez que me veía entrar en la habitación, es decir, tirárseme encima y lamerme toda la cara. Esta vez no pasó, y era la primera vez en mucho tiempo. Me acerqué hacia los sofás que tenía haciendo una de las esquinas, lugar donde Jaspe se solía poner habitualmente, pero le encontró en la otra esquina de la habitación como huyendo de mi, gimiendo y arrastrándose hacia la pared. El pobre perro no paraba de mirarme con temor y mientras metía el rabo entre las patas traseras gemía como un pequeño cachorro, pero yo sabía que eso era una estupidez dado que Jaspe tenía un metro del lomo al suelo, y si hubiera querido se podía haber tirado sobre mí sin que yo hubiera podido hacer nada, de hecho es lo que hacía siempre cuando me veía aparecer y varias veces había conseguido tirarme al suelo.
El colmo llegó cuando al acercarle el cuenco con la comida cerró los ojos y gimió con mas fuerza llegando a dejar escapar de su garganta lo que a mi parecer fue un aullido de terror, y yo con mayor estupor vi sin comprender la reacción del bueno de Jaspe, como se orinaba de no poder controlar ese miedo irracional que le desbordaba al sentirse acorralado.
En ese momento volví a notar esa presencia que a lo largo de la mañana ya había sentido en otra ocasión y en esa milésima de segundo volví a recordar todo lo que había hecho, a la vez que sin poder evitarlo también noté como algo frío y alargado se introducía entre mis costillas flotantes del lado derecho de mi cuerpo con cierta resistencia, y notaba como se alojaba en mi interior en el mismo momento que un dolor indescriptible atravesaba mis entrañas.
En ese instante todo mi cuerpo empezó a temblar de pura debilidad, y sin poder evitarlo por la comisura de mi boca escurrió un fino hilo de sangre oscura. Sentí como salía de mi y pude observar que lo que me había mantenido en pie era el simple y llano hecho de que esa hoja estaba atravesando mi cuerpo.
Caí al suelo, y cuando mi vista empezó a nublarse oí una voz que me dijo lo siguiente:
- Tu cuerpo será el mejor mensaje que le podamos dejar a Amaesh los renegados, ¿verdad?.
Esa voz se me antojo cargada de ira y sin embargo me resultó demasiado familiar. Pese a estar tirado en el suelo pude con mis últimas fuerzas girarme pese al dolor que me atravesó y el consiguiente chorro de sangre que salió de mi abdomen empapando la alfombra.
En ese momento comprendí la razón de que Jaspe tuviera tanto miedo, y eso fue porque lo último que vi fue la imagen mas aterradora de mi vida, una larga hoja de metal escurriendo mi propia sangre y unos fríos ojos azules, azules como el mismísimo hielo, que pese a ser tan aterradores e imponentes, me eran tan extrañamente familiares que me helaron la poca sangre que me quedaba en el cuerpo antes de perder el conocimiento y con él la vida.


. . .


En ese momento lo único en lo que podía pensar era en aquel general agonizante que se encontraba a mis pies, frente a mi. Llevaba cosa de media hora observándole hacer su rutina, levantarse, ducharse, preparar su ropa y vestirse, elegir entre las posibilidades que había en el tubo de alimentos para el desayuno, ver la televisión y por tanto las noticias dado que era lo único que se podía ver por todo lo sucedido; y habría seguido viendo un poco que hacía, simplemente por curiosidad, no por nada mas, hasta el momento que hubiera decidido salir del apartamento. En ese momento no habría tenido mas remedio que matarle dado que las órdenes eran las órdenes, y dado que por hoy ya había hecho bastante con la que se había armado con todo el asunto de Tarish, no tenia otra opción que cumplir la orden que Raesh me había encargado y en realidad la verdadera razón por la que había salido de la base, y por tanto exponerme a que me localizaran los agentes.
Todo hay que decirlo, lo mas probable es que hubiera disfrutado el simple hecho de que hubiera muerto en la puerta de su casa, y que por esa razón se hubiera enterado el vecindario de que le había matado yo, cosa que habría hecho subir el precio por mi cabeza y a la vez el prestigio en la organización. Pero eso no es lo que había pasado. El buen hombre del general se había acordado de repente de ese perro que tenía, que cada vez que había pasado levitando por la puerta del salón me había mirado. La primera vez que pasé, se había atrevido a gruñirme, cosa que dado su tamaño era comprensible, ya que le daba confianza. Me bastó una simple mirada para que el pobre animal se agachara y arrastrara hacia una de las esquinas de la habitación gimiendo. Supongo que mi mirada no había variado en todos estos años, y por tanto seguía teniendo un gran poder de convicción.
La verdad es que gracias a ese animal el general había evitado que se juntara su muerte con toda la catástrofe que según los mediaos de divulgación de noticias había ocurrido esa mañana a primera hora.
Ese animal al volver a verme lo que hizo fue sentir tal pánico al verme flotar tras su amo, que en cierto modo le alertó y no tuve mas remedio que atravesarle con la espada.
Lo mas extraño fue que no soltó ningún grito, no se quejó, no soltó ningún gemido ni similar; lo único que hizo fue jadear y suspirar al darse cuenta de su situación, aceptó su final con resignación. Al fin y al cabo era un perro de Amaesh, y como tal le tenían bien adiestrado. Adiestrado hasta el punto de que segundos antes de perder la conciencia me reconociera, o al menos eso creo, y lo único que se viera capaz de hacer es aterrorizarse al ver hasta que punto esta capacitada la organización, aterrorizarse hasta el punto de que su corazón se parara del miedo antes que por la herida que le había causado, es decir, muerte por horror, no por daño.
Al menos yo no soy tan cruel como algunos compañeros, que cuando reciben el encargo de un asesinato, no dejan que su víctima le mire a los ojos, no dejan que sepa quien es el que lo hizo antes de su muerte. Supongo que por eso yo soy mas buscado que el resto ya que Amaesh y sus hombres tienen la tecnología para acceder a los últimos segundos de la vida de un cadáver y con ello, como no, al registro de mi cara ya que no me gusta lo que hacen mis compañeros, me parece cruel, despiadado, a la vez que un acto de cobardía. En parte de ahí viene el alto precio por mi cabeza, ya que con este asesinato ya eran cuatro los muertos a mis manos, aunque este seguro que subiría el precio por mi cabeza dado que era uno de los cuatro generales.
Supongo que Raesh en el fondo quería que lo hiciera yo por una sencilla razón, el bueno del general fue el último al que vi cuando Raesh me sacó de los laboratorios secretos, quería que en el fondo antes de morir, pues Raesh sabe lo que me gusta hacer, me reconociera y viera el monstruo que ellos mismos habían creado.
Es una ironía, no es que ellos me hubieran creado, sino que al haberme tratado como me trataron hicieron que mi mente cambiara, que madurara, que hiciera que todo mi ser fuera en contra de todo lo que ellos representaban. Los años que me hicieron pasar en aquel maldito laboratorio me hicieron darme cuenta de que lo que realmente habían hecho era maltratarme, aprovecharse de mi, de mis facultades, unas facultades que me pertenecían por derecho de nacimiento, y eso no se lo podría perdonar jamás.
Un día lo que hice fue que cuando tenía que ir a mi zona de trabajo cogí todos los planos de mis proyectos, los prototipos, destruí las copias y me intenté escapar con la mala suerte de que me cogió el mismísimo general, y el mismísimo general me torturó como escarmiento. Justo en ese momento apareció Raesh con Marin y Darke, mataron a los guardias y no pudieron acabar con el general por un escudo que tenía que le protegía, una barrera como de energía que había activado al tocar una medalla en su pecho.
El general no hizo nada por atacar pero tampoco evitó que me sacaran de allí y me salvaran del infierno de los laboratorios, creo que en este preciso momento cuando me miró a los ojos mientras agonizaba se dio cuenta que tenía que haber intervenido años atrás para evitar lo que había ocurrido en el presente, pero era evidente que ya no podía hacer nada dado que mi espada ya se había introducido en su caja torácica y le había producido hemorragias internas que eran imposibles de detener en este instante.
Supongo que en ese momento lo que debería haber hecho ya no tenía gran importancia porque lo hecho, hecho está, y no podía cambiar la circunstancia de que se estaba desmayando sobre la alfombra de su caro apartamento.
Después de divagar durante unos segundos mi mente se centró en que podía sacar en claro de lo que acababa de hacer y como podría beneficiar a la organización.
Lo primero que hice fue meter la nota de advertencia para Amaesh que el propio Raesh había escrito con la finalidad de que se diera cuenta hasta donde podíamos llegar, que no éramos unos simples aficionados, que todo lo que hacemos esta hecho por una única razón, su caída.
Tras hacer que la corriente eléctrica recorriera mi columna en sentido inverso para apagar mi poder me di cuenta que el general había estado tocando y acariciando en su cuarto una de las medallas antes de ir a desayunar, y sin mas dilación me fui a ver si la encontraba, ya que podía ser aquella medalla que creó el escudo que no pudimos atravesar años atrás, en el momento de mi rescate.
En su cuarto poco se podía sacar en claro, pues había tal orden que no se podía ver mas que las cosas completamente en su sitio, con lo que no daba pie a rebuscar, ya que todo lo que había estaba a la vista sin que se pudiera esconder nada, así que lo que hice fue acercarme al armario y abrirlo de par en par.
Tras varios minutos tirando la ropa por todos lados para ver si se encontraba entre ella, desistí en el hecho de buscarla en el armario y me dirigí al salón para ver si podía despertar al general para que le dijera donde estaba antes de que muriera.
Me acerqué al pobre resto humano que tenía ante mis ojos y realmente lo que ocurrió fue algo sencillo, algo que era evidente ya que cuando alguien hace daño a un ser querido éste, tras el trauma, lo que siente es odio, y eso es lo que pasó con el pobre animal del general. En cuanto me vio entrar por la puerta del salón se abalanzó sobre mi y si no fuera porque soy un hombre de armas podría haber acabado mal, ya que en medio de su salto tuve los reflejos suficientes para poder apartarme a un lado, y tras esto, agarrarle la cabeza y estampar al pobre animal contra el suelo, dejándole inconsciente.
Debido a su peso y tamaño, el movimiento que tuve que realizar para desplazarle con la suficiente fuerza contra el suelo, me hizo que a la misma vez que este se estrellaba contra la moqueta del piso mi brazo se resintiera y que por tanto la herida que tenía en el brazo, que hasta este mismo momento no había notado, se abriera y que empezara a sangrar de una manera incontrolada.
Esta herida no sé de donde había salido porque no recordaba haber tenido que luchar contra ningún agente, pero lo mas impresionante era que era un corte tan sumamente limpio que no había sangrado hasta el momento que fui atacado por el pobre animal y me vi obligado a hacer el movimiento que abrió del todo la herida con lo que mi brazo, se retorció en convulsiones que no podía controlar a la vez que la sangre escurría por él y caía sobre el pelaje del semi-lobo inconsciente a mis pies.
Tras esto lo primero que pasó por mi cabeza fue la sensación de querer saber cuando me hice ese corte, ya que no lo había notado hasta el momento en que se abrió con un doloroso e intenso temblor. Me puse a pensar y con gran aflicción donde me podía haber hecho este corte largo profundo que recorría mi brazo desde la muñeca hasta el hombro, cuando de repente me di cuenta que la televisión estaba puesta en la cocina del piso y lo que hice fue acercarme y ver las imágenes que se veían en la pantalla.
La presentadora pasaba unas imágenes de lo que había ocurrido en el piso de Tarish, cuando salimos de él momentos antes de que reventara. En esas imágenes lo que hacían era pasar a cámara lenta la salida de “la segunda figura” como ellos me llamaban a mi.
En ese momento vi como me había hecho la terrible hendidura que me rajaba todo el brazo a lo largo.
En las imágenes se me apreciaba saltando del edificio por el agujero que hizo Tarish, y como segundos después el edificio explotaba. Lo más importante es que cuando lo pasaron a cámara lenta y la presentadora decía que habían intentado ver los rasgos de mi cara para identificarme, pude ver como al explotar el piso una plancha de metal salía volando hacia mi y yo creo esquivarla. Evidentemente no lo esquivo, porque el dolor lacerante que me atraviesa el brazo es una prueba de lo mas clara.
Tras, por casualidad, descubrir como me hice el desafortunado corte, me quité el chaleco que tenia puesto, la camiseta, y me puse a limpiarme la herida. Después de esto busqué vendas pero no las encontré así que lo que hice fue hacer jirones mi camiseta y hacerme unas vendas, que tras empaparlas en alcohol me puse en el brazo sin poder evitar un pequeño grito por el escozor del alcohol sobre la carne abierta.
Me puse el chaleco sobre el torso desnudo y me centré en encontrar esa medalla que no parecía estar en la habitación del general. Inútilmente me acerqué a ver si el general estaba vivo, cosa que iba a hacer antes de que me atacara el can. La realidad es que estaba muerto, su pulso se había detenido. Ante esto lo único que se me pasó por la cabeza fue que la habría escondido por la casa por si ocurría algo así, o simplemente que la habría cambiado de sitio cuando se estuvo vistiendo momento en que el perro del buen general casi me ataca y tuve que reducirle con la mirada.
Revolver ya había revuelto así que lo único que paso por mi cabeza fue una ira ciega contra el general y sin poder razonar una patada fue lo que me salió contra el cadáver teniendo la suerte de acertarle en el pecho, con lo que una de las medallas que tenía en el pecho y que yo no había visto salió despedida contra el cristal de la ventana del salón.
Me acerqué a la medalla caída y lo que hice fue reírme con una gran alegría por descubrir donde estaba la medalla especial.
Me levanté con la medalla en la mano y cogiendo al general de los hombros le di la vuelta para verle el pecho donde le había golpeado en mi ataque de desesperación.
Ataque de desesperación, eso es lo que realmente me dio cuando vi que en el pecho tenía mas de cincuenta medallas, probablemente todas las que se habían dado en toda su carrera. Me senté en uno de los sillones y empecé a aclarar mi mente y a intentar organizar mis pensamientos. No me iba a llevar todas las medallas porque entonces cuando encontraran el cuerpo sabrían a porque me había mandado Raesh, no, así que debería encontrar alguna manera de localizar la medalla que entre todas las de su pecho provocaba aquel escudo tan impresionante.
Estaba tan sumamente concentrado que noté, como siempre que pasaba en estas situaciones, que casi inconscientemente activé mi poder, y tras un escalofrío por la columna y un sutil pinchazo tras los ojos, mi mente empezó a razonar con mayor efectividad y frialdad. Una vez que evalué desde este nuevo punto de vista lo ocurrido en esta mañana en el piso del general, me di cuenta que cuando el general se vistió acarició una medalla que estaba dentro de un estuche negro con los bordes brillantes antes de que tuviera que salir a calmar al maldito perro para que no me descubriera.
A raíz de eso lo que hice fue ir a la habitación coger el estuche negro que ya había encontrado antes al buscar en ella y volví al salón rezando porque estuviera la medalla metida en el típico espumillón con la forma de la medalla.
Cuando abrí el estuche vi con cierto alivio que si que estaba el espumillón y al momento localice la medalla en el pecho del general.
La cogí y al desprenderla de la solapa de la chaqueta sin querer apreté la cabeza de la misma y vi como un escudo de color azulado me envolvió, cosa que hizo que mi risa sonara en la habitación. Volví a presionar la cabeza de la medalla y el escudo desapareció.
Al momento noté como algo me goteaba por el brazo, y descubrí que la herida que había descubierto al golpear a la mascota del general estaba sangrando tan profusamente que ya había empapado las vendas que había hecho con su camiseta.
Al verlo me fui corriendo a la cocina y ante el vahído que me dio al entrar en la habitación decidí que debería tomarme una píldora de reabastecimiento de sangre porque debía haber perdido bastante.
Tras tomármela y esperar un rato hasta que me empecé a sentirme mejor, me quité las vendas y me limpié las heridas en la pila y después me acerque al tubo de alimentos y pedí harina. Cuando cayó el paquete lo cogí, lo abrí y me eché la harina sobre la herida llenándola para evitar la pérdida de sangre y ayudar a su coagulación. Después cogí parte de las vendas que hice la otra vez y que aunque estaban llenas de sangre podían cubrir todo el corte.
Salí de la cocina mientras me ponía el chaleco y la katana que llevaba siempre a la espalda y con la que había atravesado al inquilino del lujoso piso.
Cuando estaba en el salón recogiendo las cosas que me iba a llevar del piso un fuerte golpe hizo que la puerta del piso se viniera abajo y lo primero que hice tras activar mi poder, el gran don que al nacer me dio el corrupto de Amaesh, fue sacar rápidamente de su estuche la medalla y ponérmela en el chaleco.
Hacía mucho tiempo que no tenía tanta suerte porque en el segundo que tardé en ponérmela y apretar su cabeza para poner el escudo en funcionamiento, cerca de diez agentes entraron y descargaron sus katanas sobre mí.
Recuerdo que estúpidamente levanté mi brazo herido para cubrirme y lo único que hice fue no sentir nada, ya que cuando abrí los ojos me encontraba mirando como el escudo azulado que me cubría había parado todas las katanas que se habían desplazado hacia mi y que estaban haciendo fuerza sobre el mismo inútilmente.
Me había agachado, probablemente habría podido hacer algo de no haber tenido el escudo, pero teniéndolo, ¿por qué no usarlo? por eso me arriesgué a que no funcionara y por eso me cubrí con mi lastimado brazo, por si no funcionaba por cualquier cosa. Me levanté, aparté de un empujón las espadas que aún seguían intentando traspasar el escudo azulado que se ceñía a la forma de mi cuerpo y miré al único agente que no había siquiera hecho amago de desenfundar la katana que tenía colgada de la espalda.
-¿Así que por esto es por lo que habéis venido? - Preguntó mientras me clavaba dos ojos que en un instante pasaron del negro mas oscuro a un azul deslumbrante - para matar al pobre general Owen y robarle su insignia.
No quise responder, no quise decir nada y como bien se hacer le di a entender con una fría mirada lo que creía que debía ver en mis ojos, ira, rabia, desprecio... Todo aquello que me hicieron sentir cuando estuve encerrado en los laboratorios de Amaesh.
-Oh, ¿así que el renegado no quiere responder pero nos dice que nos vayamos al diablo? - dijo con un deje irónico en la voz, a la vez que se acercaba para que pudiera escuchar yo solo lo que iba a decir - nosotros estamos arriba y tu junto con tus malditos compañeros estáis abajo. Eso es algo que no podréis cambiar aunque consigáis perdurar durante mas de mil años.
Después de su sencillo discurso miró al resto, dio alguna orden a alguno en especial para que se encargaran del cadáver de Owen y volvió a abrir la boca.
-No le dejéis salir, solo Amaesh puede desactivar el escudo que tiene puesto ahora mismo.
Ante esta última orden los agentes se pusieron a mi alrededor, incluyendo al usuario de poder renegado que me había hablado, y sin que pudiera hacer nada pusieron todas sus katanas apuntando hacia mi dejándome en el centro.
Cuando vi que habíamos llegado a este punto y que era evidente que iban a llamar a Amaesh para que desactivara mi escudo, me di cuenta que podía ser usado como arma también, ya que era una armadura pero se podía luchar cuerpo a cuerpo con ella puesta, así que sin pensarlo dos veces salté en el aire dando una voltereta sobre las katanas y los agentes hasta caer detrás del líder.
Cuando este se dio cuenta esquivó la patada que le había lanzado y me lanzó un tajo horizontal con su katana sin recordar el escudo, por lo que yo puse mi brazo entre medias y el escudo hizo su parte deteniendo la hoja con lo que sería mi muñeca. Sin pensarlo dos veces agarré la hoja de su katana con la mano del brazo que la había parado, tiré de ella hacia mi y agarré al agente con la otra mano del cuello, le levanté y mirándole a los ojos le dije que aceptara lo que era, que pensara a favor de quien ponía su poder y si realmente este lo merecía. Seguí mirándole durante un segundo y le dije que le dijera al dictador lo que había ocurrido esa mañana en el piso, que no lo olvidara porque no sería la ultima vez.
Tras esos segundos en los cuales nos miramos a los ojos el uno al otro, le lancé contra la pared y eché a correr hacía la ventana del salón.
Los otros agentes al ver que me quitaba de en medio a su líder con tanta facilidad se lo pensaron antes de atacarme pero sin duda lo hicieron y por ello los fui apartando a empujones según se ponían en mi camino.
Cuando llegué a la altura de la ventana, con la inercia de la carrera que había cogido, cuando estaba a unos dos metros de ella, salté hacia delante con lo que inevitablemente chocaría con ella. Para evitar el aturdimiento de darle con la cabeza giré en el aire y choqué con la espalda contra el cristal con lo que la última imagen que vi de la habitación en la que estaba antes de caer, fue la de unos agentes con cara de incomprensión al ver que me tiraba por la ventana que corrían hacia ella para evitarlo.
La siguiente sensación que sentí fue el característico escalofrío que da cuando caes en picado, ya que caía completamente hacia el suelo desde la altura de un vigésimo piso.
Justo cuando estaba a punto de chocar con el suelo empecé a oír los gritos procedentes de la gente que me había visto caer por lo que reemprendí el vuelo y al activar los antigravitatorios no pude evitar que los cristales de la ventana que caían conmigo me dieran al pararme antes del impacto. Cuando me paré me orienté y salí disparado hacia el lugar donde había quedado encontrarme con Tarish, más allá del desierto este.


. . .


En cuanto me levanté le vi corriendo hacia la ventana, aparatando a mis hombres a empujones como si no fueran mas que moscas en su camino. Empecé a correr hacia él porque sabía lo que iba a hacer, es decir tirarse por la ventana y si era quién creía que era se nos escaparía. Hace unos meses atrás mataron a un oficial mayor del mando principal de la agencia y por el examen tras la muerte se pudo saber que era Kirin el transeúnte, ya que tras atacar al oficial se puede ver que lo último que vio en su vida fue a Kirin despegando del suelo.
Se tiraría al vacío y se iría volando y efectivamente es lo que hizo ya que saltó contra la ventana y tras eso chocó con la espalda contra ella rompiéndola y mirándonos con la clara intención de decirnos que habíamos perdido.
Lo mas rápido que pude me acerqué a donde segundos antes había una ventana y me asomé en el momento perfecto para ver a Kirin remontando el vuelo y huyendo en la lejanía.
Me giré y miré a los agentes que me rodeaban, con lo que en lo único que pude pensar es en la única frase que había oído de los labios del transeúnte.

“Acepta lo que eres, piensa a favor de quien pones tu poder, y lo más importante, si realmente éste lo merece. Dile a Amaesh lo que ha ocurrido esta mañana en el piso, que no lo olvide porque no será la ultima vez que ocurra.”

Esa frase desde que me había levantado no podía quitármela de la cabeza, habría gente que pensaría que estoy loco, el propio Amaesh uno de ellos, pero era un usuario de poder, el único que no estaba esclavizado en los laboratorios y no pertenecía a los renegados. Realmente en ese aspecto Kirin tenia razón, debía pensar en a quien le debo brindar mi poder.
Seguí pensando en ello mientras mis hombres hablaban entre ellos en la otra punta del piso.
De repente mi mente aceptó una posibilidad que sería una baza que solo sabría yo y que me podía traer beneficios en un futuro.
Con una sonrisa en mi cara me acerqué a mis compañeros y me puse en el punto en el que había estado Kirin de pie levantándome en del cuello. No pude evitar pensar la fuerza que tenía ya que el escudo lo único que hace es proteger a su portador, no le da ningún aumento de fuerza, por lo que era un enemigo formidable al poder sin ningún esfuerzo conmigo, el único de la agencia que por mi fuerza física había conseguido llegar a ser uno de los eslabones mas importantes dentro de la agencia de la autoridad y un hombre con contacto directo con el mismísimo Amaesh, mas bien bajo su tutela.
Estando en esa posición vi mi katana tirada en el suelo, justo donde Kirin la había soltado antes de echarse a correr. Me agaché la cogí y la envainé en la funda que tenía colgada de la espalda.

-Kanit tenemos que informar de esto al general Price - se me había acercado uno de mis hombres para decirme algo que era evidente y por consiguiente el resto de ellos se fueron acercando - maldito, ha robado tecnología. Eso es grave.
Sin saber por qué desenvainé de golpe mi katana y le lancé un tajo vertical al pobre arrebatándole la vida. El resto de los hombres me miraron con cara de incomprensión mientras su compañero caía agonizando a mis pies, y no pude hacer otra cosa que no fuera aprovechar ese segundo de indecisión para lanzarme contra ellos.

Uno tras otro fueron cayendo contra el suelo y muriendo en el mismo sitio en el que el general Owen había perdido su vida. Cuando acabé con ellos me quedé mirando la carnicería que había armado y con una carcajada histérica me dije que era un seguro para mis propios fines ya que si Amaesh no conseguía enterarse de que el general había perdido su medalla sería un punto a mi favor.
Cuando conseguí aceptar lo que acababa de hacer atravesé con mi katana las cabezas de todos los cadáveres excepto el del general, para evitar que en el examen pos muerte me acusaran a mi de matarles y le acusaran a Kirin, y después me corté en el brazo derecho con la katana para hacer de excusa de porque no les había defendido.
Otra excusa sería el hecho de que me había dejado con vida para que le contara a Amaesh lo que había ocurrido con lo que realmente no mentía, ya que era lo que Kirin me había dicho, solo que con una pequeña diferencia, que diría que el había matado a todos mis hombres antes de saltar por la ventana y huir volando.
Realmente era una traición lo que había hecho pero en mi mente realmente lo que era, era una manera de asegurarme un beneficio, un seguro a mi favor, en el fondo lo que había hecho era hacer caso al renegado con lo que me había asegurado un punto por donde escapar cuando Amaesh ya no pudiera enseñarme nada mas, y así poder vengar a toda mi raza.

2 comments:

Cris said...

Nooooo!!! No puedes dejar la historia así! Sigue escribiendo!

Anonymous said...

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