Saturday, February 03, 2007

03 - kirin el misterioso y una visión inquietante

¿Qué debo pensar?, todo lo ocurrido es algo que ciertamente creo que me supera, hacer un repaso de todo lo que ha pasado en apenas 2 horas es algo imposible.
Un día te levantas y en lo único que piensas es seguir la rutina que Amaesh dicta en todos sus decretos, más que nada para no tener problemas con él y con todos sus malditos agentes.
Pero aquí estoy sentado en una azotea pensando que he pasado de ser una máquina movida por un sistema corrupto pero pudiendo vivir tranquilamente, a ser un criminal de clase 1.
En menos de 2 horas he hecho algo que nunca pensaría que podría hacer, ahora mismo los agentes me estarán buscando para ejecutarme por haber infligido varios decretos, tener pensamientos no aceptados en el régimen (decreto nº 27), resistencia a los agentes de la autoridad (decreto nº 23), no aceptar una pena impuesta “justamente ” por los agentes de la autoridad (decreto nº 24), agredir a un agente de la autoridad (decreto nº 20), matar a un agente de la autoridad (decreto nº 25), evasión y fuga (decreto nº 28), y otros tantos que seguro habré infligido simplemente por haberme convertido en un hombre buscado, y todo ello como ya he mencionado me convierte en un criminal de clase 1.
Para colmo tengo que volver rápido a mi casa a buscar mis planos y los prototipos, aún con fallos, pero prototipos, ya que si los de la autoridad los encuentran se los apropiaran, cosa que no me hace ninguna gracia. Esta es la realidad, yo sin lugar donde esconderme y con necesidad de volver a un lugar donde seguro me estarán esperando.
Al pensar en esto, lo único que se me ocurre es que debo moverme pero mis músculos no responden, es como si me hubiera quedado sin energías, como si la corriente eléctrica al abandonarme se las hubiera llevado consigo. De repente oigo un sonido y unas palabras que me dicen que han visto lo ocurrido y que nos llevaremos bien. Je, lo que me faltaba, ahora un agente de la autoridad me había encontrado, pero no tengo ni las menores fuerzas, ni ganas, para levantarme y menos aún para luchar con él.
Sin prisas ni movimientos bruscos levanto la cabeza, y a través de mi pelo lacio, sucio por el sudor, que me cae sobre la cara le miro.
Al principio pienso que es un maldito agente y agacho la cabeza tras echarle un vistazo, pero de repente, al hacerme una imagen mental de lo que he visto, levanto la cabeza bruscamente y anonadado.
Es un hombre de constitución media tirando a fuerte, moreno, pelo negro, ojos azules, de un azul intenso, casi blanquecino que provoca una mirada ciertamente inquietante, pero eso no fue lo que me llamó la atención, no, lo más sorprendente era que estaba suspendido en el aire como si no pesara nada.
En ese instante recuerdo las palabras que me han hecho levantar la cabeza al pasar por mis oídos, le miro fijamente y respondo.
-¿Qué te hace pensar eso? - Contesto bruscamente y con bastante recelo - si me has visto sabrás de lo que soy capaz.
Sin pensarlo dos veces mi mente lógica empieza a funcionar y contra la voluntad de mis huesos y músculos me pongo en pie por si acaso me ataca.
- Creo que no nos hemos presentado - dice con un tono cálido mientras se posa suavemente sobre el borde de la azotea y me mira fijamente - Soy kirin, y no, no soy un agente de la autoridad.
Ese último comentario se lo podía haber ahorrado, o por lo menos, podía haberlo dicho con otro tono, ya que al decirlo de esa manera tan fría hizo que todos mis pelos se pusieran de punta. No se si fue por el escalofrío o simplemente porque mi cuerpo no se mantenía en pie, pero caí de rodillas y al toser vi que lo que tosía era sangre.
En ese momento al verme caer kirin sonrío y simplemente se agachó hasta ponerse en cuclillas y así poner sus ojos a la altura de los míos.
- Si señor, sé de lo que eres capaz, pero aún así todavía no estas a mi altura, si te hubiera querido hacer algo ya estarías muerto - susurró con una sonrisa cínica en la cara - pero cuando me mandan a por un nuevo recluta para nuestra causa, no estaría muy bien que lo llevara muerto ¿no?
Ante esto yo seguía preguntándome quien coño era este tío que se hacía llamar kirin y que decía que me querían como recluta para una causa de la que no sabía nada. No tenía ni idea a que organización pertenecía esa causa de la que me hablaba, pero lo que sí sabía seguro es que cada vez me empezaba a encontrar peor y él no me daba nada por lo que dudar de su palabra.
Debí reflejar en mi cara lo que estaba pensando porque kirin sin decir nada empezó a rebuscar dentro de su bolsillo derecho en su chaleco y saco una especie de cápsula que me ofreció extendiendo la mano.
- Es una cápsula de recuperación de energía, hará que tu sistema curativo incremente durante las próximas 3 horas permitiéndote sanar las heridas que te provocaste en la pelea de antes.
Miré la cápsula, miré su cara y por mi mente empezaron a pasar las imágenes de lo que había sucedido minutos antes con los agentes de la autoridad.
-¿Qué me provoqué en la pelea? - dije muy confundido mientras me tragaba esa cápsula azulada que según kirin me curaría.
-Si, has usado un proceso que normalmente sólo tienen una minoría de personas y que suele ser de carácter intelectual, es decir, para incrementar las conexiones entre las neuronas del cerebro y conseguir un mayor rendimiento intelectual, - dijo mirándome fijamente a los ojos, cosa que provoco que esos dos focos de luz azulada me pusieran la piel de gallina - pero iba paseando en la acera de enfrente a la que tu ibas, cuando vi que de repente te empezabas a reír y vi como los agentes te miraban fijamente y te apuntaban con sus putas varitas lectoras de mentes. - comentó con rencor visible en esos ojos que tenían un suave reflejo parecido al hielo - Tras esto pense que iba a presenciar como los agentes mataban a varias personas inocentes junto contigo, pero de repente, vi un brillo azulado y vi como unas llamas de color azul bajaban por tu espalda, siguiendo tu columna, para luego volver a subir hacia tu cabeza. – Comentó visiblemente emocionado al recordar el momento - Después sin previo aviso contemplé como tu cuerpo estallaba convertido en llamas azuladas, violetas y celestes, para luego aparecer tu cuerpo lamido por esas llamas como ardiera pero sin quemarse.
-Y ese movimiento que sólo tienen unos privilegiados ¿qué tiene que ver con lo que a mí me ocurrió en la calle cuando me atacaron los agentes? - pregunté sabiendo en mi interior la respuesta pero sin querer admitirla.
-Muy sencillo, cuando vi que las llamas salían de tu espalda me recordó como los privilegiados intelectuales describían el proceso de mejora de sus cerebros - dijo con un tono ciertamente lacónico - como si una corriente eléctrica les recorriera la espalda y luego volviera a su cabeza.
Ante esto lo único que se me ocurrió decir fue un simple y vanal “ahh” que le dio a entender que yo ya sabía que me iba a responder.
-Ya sabías que te iba a responder ¿no? - Preguntó sonriendo y confirmando lo que pensé - por que tu puedes hacer el proceso de mejora de cerebro ¿no?
-Sí - contesté resignado - solo que no sabia que hubiera otros como yo.
-¿Cómo tu? Como tu no hay ninguno, nadie que tuviera esa capacidad está cualificado para la batalla - dijo dejándome sin palabras - tu has mejorado el proceso, aunque es evidente que lo que has conseguido requiere un desgaste masivo del cuerpo, cosa que te podría matar, lo has llevado a un nivel superior en el que no solo se controlan las conexiones entre las neuronas, sino que también se controla la fuerza de los músculos llevándolos a limites insospechados y en realidad has llegado a ese sentido de la superioridad que tanto teme Amaesh, aunque el precio ha sido acabar con el cuerpo tan destrozado como lo tienes ahora.
En ese momento comencé a sentir un calor en los músculos de mis piernas, aquellos que más había usado en mi pequeña disputa, y al rato me pude poner de pie.
-¿Así que ya te puedes poner de pie? Eso es señal de que puedes moverte otra vez y por tanto es hora de que nos vallamos al cuartel donde serás recibido con una calurosa bienvenida.
-Kirin, antes tenemos que ir ha hacer una cosa en mi antigua residencia.
Kirin me miró como si hubiera perdido el juicio.
-¡Pero tu estás loco! - Gritó mientras ponía una cara de preocupación e indecisión sumas - allí es donde más agentes de la autoridad habrá.
-Precisamente por eso hay que ir allí - dije mirándole a los ojos – en esa casa tengo unos planos y prototipos que como descubran los agentes acabaran en manos de Amaesh, lo que llevara a que los agentes tengan mayor poder al utilizarlos en su beneficio.
Al escuchar esto Kirin se quedó pensativo y tras unos instantes comentó
-No veo en que podría beneficiarme el acompañarte en esa misión suicida... – justo cuando iba a replicarle levanto la mano para callarme - ... pero a la organización le vendrían bien nuevas armas para luchar. - terminó con una gran sonrisa en la cara confirmando lo que ya había dicho de palabra.
-Bien una vez que ya sé seguro que me acompañas – dije con cara de preocupación – ¿cómo se supone que voy a bajar de aquí? porque no tengo ni idea de cómo hacerlo.
-Ese es problema tuyo – soltó Kirin sonriendo mientras se elevaba en el aire – piensa en como has subido.
Esto último lo dijo con un tono especial mientras subía una de sus cejas lo cual formó una mueca bastante ridícula que me provocó una carcajada.
Me concentré pensando en la situación en la que me encontraba, y tras pocos segundos sentí ese familiar cosquilleo por la espalda que al volver a mi cabeza provocó un pinchazo en la parte posterior de los ojos, con lo que empecé a verlo todo con mayor claridad. Miré a Kirin y le pregunté si había ocurrido algo y él al responderme que no se río de una manera condescendiente.
Justo en el momento en el que iba a decirle que con esa ayuda no iba a conseguir nada, una explosión bestial justo enfrente del edificio en el que nos encontrábamos provocó una enorme columna de humo denso y negro.
Esa columna salía directamente de una calle a unas dos manzanas de donde nos encontrábamos y eso me llevó a pensar que habían llegado al piso donde malvivía con mi madre.
Este pensamiento de mi madre sola en el piso atacado hizo que en mi naciera un sentimiento de cólera tal, que en un momento empecé a experimentar un dolor insoportable que recorrió toda mi espalda siguiendo mi columna vertebral, provocando así que me dieran unas convulsiones que me hicieron retorcerme y estirar la espalda para intentar reprimir el dolor que me cegaba. Ese dolor subió, tras haber recorrido mi columna y haber partido de la misma base del cráneo, a mi cabeza, la cual creía que me iba a reventar, lo que hizo que cayera de rodillas y me la agarrara con ambas manos mientras un desesperado grito se me escapaba entre los labios. De repente sentí tal dolor tras los ojos que pensé que habían reventado hacia fuera, con lo que sin poder explicar por qué me levante de súbito y me pareció sentir como mi piel se resentía al sentir algo similar a una explosíon saliendo de mi propio cuerpo.
A mí alrededor, esta vez sí, pude ver como unas llamas se expandían como en una explosión sobre mi piel y como al llegar al suelo, a través de mis piernas, lo empezaban a resquebrajar y quemar todo en un radio de 2 metros desde mi posición. En este punto sentí, sin poder evitarlo, como todas mis ropas, excepto los pantalones de correr que me ponía siempre debajo de la misma, estallaban en llamas, y un sentimiento empezaba a aflorar y a nublar mi mente,
Este sentimiento incontenible era una cólera sin sentido que se apoderó de mí al notar las llamas deslizarse y lamer todo mi cuerpo.
En este momento el dolor ya no existía, la cólera lo sustituyó y a la vez que sentí crujir mis piernas al flexionarlas, o más bien los músculos que las movían, miré desafiante a un Kirin que no se creía lo que estaba ocurriendo debajo de sus propias narices a través de las matas ondeantes que una vez fueron mi pelo. Al estirar las piernas el movimiento provocó que saliera despedido hacia la gran columna de humo, con lo que dejé a Kirin suspendido en el aire frente al edificio de nuestra conversación, reflexionando, con cierta idea de lo ocurrido, cara de incredulidad y temblando de lo que había tenido, según él, el privilegio de contemplar.

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